El levantamiento del 2 de mayo en el 1808

"Manuela Malasaña"
de Ze Corrion 
El 23 de marzo de 1808, después de la entrada en España de las tropas francesas de camino hacia Portugal, justificada por el Tratado de Fontainebleau, el general francés Murat no respetó el tratado, ocupó Madrid y tomó el poder ocupando plazas que no estaban en camino hacia Portugal.
A primera hora de la mañana del 2 de mayo de 1808, los soldados franceses querían sacar del Palacio Real al infante Francisco de Paula, hijo de Carlos IV, para llevárselo a Francia. Los grupos madrileños, en cuanto supieron esta intención de los soldados franceses, se fueron delante del Palacio gritando «¡Que nos lo quitan!». Al deseo del pueblo de impedir la salida del infante, se unió el de vengar a los muertos y el de deshacerse de los franceses. Con estos sentimientos, el levantamiento empezó y la lucha se extendió por todo Madrid.
"El dos de mayo de 1808 en Madrid"
de Francisco de Goya
Los madrileños comenzaron así una lucha callejera, improvisaron armas utilizando cualquier objeto, como piedras, agujas de coser o macetas arrojadas desde los balcones. Intentaron encontrar también una solución para impedir la entrada en la ciudad de nuevas tropas francesas pero desafortunadamente unos 30 000 hombres del ejercito de Murat ya habían penetrado. No obstante la gente siguió luchando durante toda la jornada.
"Malasana y su hija"
de Eugenio Álvarez Dumont
Durante el levantamiento se han distinguido algunas personas por actos de heroísmo. Algunos de ellos son: Manuela Malasaña (a la cual han dedicado el barrio Malasaña), Daoíz y Velarde (a los cuales Antonio Solá les ha dedicado un monumento en el centro de la plaza dos de mayo).  Durante el levantamiento los capitanes españoles Daoíz y Velarde desobedecieron las órdenes de no intervenir y lucharon con los madrileños.Con su ejemplo, muchos militares se unieron a la insurrección. 

Monumento a
Daoiz y Velarde
en la Plaza del 2 de Mayo
de Antonio Solá

Manuela Malasaña se incorporó a la defensa del Parque de Artillería de Monteleón, situado en la posteriormente bautizada como Plaza del Dos de Mayo, liderada por los oficiales Luis Daoíz y Pedro Velarde, facilitando el suministro de pólvora y municiones a su padre que disparaba contra las tropas francesas, cuando fue alcanzada por un disparo enemigo. Además de eso, hay otra versión en la cual se afirma que fue asesinada en plena calle por una de las muchas patrullas francesas que recorrían la ciudad desarmando a los paisanos. Cuando los soldados encontraron las tijeras que portaba la muchacha, le aplicaron la bárbara orden de Murat, que mandaba fusilar a quien tenía armas sin permiso. Su cuerpo fue registrado con el nº 74 en la relación de 409 víctimas de aquella jornada, documentación que se conserva en los Archivos militares y municipales de Madrid, estudiados en 1908.


Napoleón describió el levantamiento a su hermano y futuro rey de España diciendo: “Ha habido una gran insurrección en Madrid el día 2 de mayo; treinta o cuarenta mil individuos se han amotinado en las calles y casas, abriendo fuego desde las ventanas. Dos batallones de fusileros de mi guardia y cuatrocientos o quinientos caballos les han hecho entrar en razón. Han muerto más de dos mil hombres del populacho. Se ha aprovechado esta ocasión para decretar el desarme de la capital”.

"El 3 de mayo en Madrid"
de Francisco de Goya

La represión fue muy violenta y cruel. Murat estableció algunas reglas: fusilar todos los rebeldes en posesión de cualquier tipo de arma, declaró ilícita cualquier reunión en sitios públicos y ordenó la entrega de todas las armas, blancas o de fuego. Los archivos disponibles en 1908, cuentan con 409 muertos, 39 de ellos militares, y 170 heridos, de los cuales 28 eran militares. El resto de los muertos y heridos eran civiles. Murat pensaba haberse garantizado la corona de España actuando así. Sin embargo, la sangre derramada solo hizo inflamar los ánimos de los españoles y dar la señal de comienzo de la lucha en toda España contra las tropas invasoras. El mismo 2 de mayo por la tarde, en la villa de Móstoles, Juan Pérez Villamil, Secretario del Almirantazgo y Fiscal del Supremo Consejo de Guerra, hizo firmar a los alcaldes del pueblo un bando en el que se llamaba a todos los españoles a empuñar las armas en contra del invasor, empezando por acudir al socorro de la capital.


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